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Nara está cerca de Kioto por lo que es una excursión habitual de un día. Los principales alicientes de Nara, antigua capital medieval, son templos y ciervos. Los ciervos sika, semi-domesticados, se acercan sin miedo a las personas. Sin miedo y con mucho morro pues acostumbrados a que les den de comer, meten el hocico y muerden donde piensan que puede haber comida.Buen mordisco le dieron al plano que llevábamos. Paseamos por el parque de Nara y visitamos el templo de Todaiji que tiene uan gigantesca estatua de Buda (daibutsu) en su interior. Un elemento característico de los templos y santuarios japoneses son las linternas de piedra. En el santuario Kasug hay multitud de ellas, tanto dentro del templo como en los caminos que llevan a él. En este santuario pudimos ver a un grupo de monjes sintoistas desplazarse de un lugar a otro. El entorno, los ciervos, las linternas y los monjes te daban sensación de traslado a otra época. Comimos en un tuguriete bastante popular. Había que ver a la señora que atendía disfrazada de ciervo … no me atreví a hacerle foto, que se la merecía. Salimos del parque y nos adentramos en el barrio antiguo de Naramachi a ver casas y tiendas tradicionales. Y de ahí vuelta a Kioto.
Arashiyama
Arashiyama ha sido uno de los sitios que más me han gustado del viaje. Fuimos una tarde que diluviaba y aquello desmerecía el sitio así que decidimos volver otro día. Fuimos a primera hora de una mañana muy luminosa. Lo primero que vimos fue el bosque de bambú, impresionante. Y a esa hora casi estábamos solos. De ahí fuimos andando a Otagi Nenbutsuji el templo más alejado. El paseo fue muy agradable viendo unas casas ideales para vivir, sencillas pero muy floridas y seguramente muy caras. De paso al templo vimos alguno más pero sin entrar y también pasamos por la calle Saga-Toriimoto. El templo Otagi es una reconstrucción del original. Las 1200 estatuas son recientes, de los años 1980 y 1990, pero merece la pena verlas. De vuelta hacia el puente Togetsukyo podimos observar la transformación del entorno, ahora estaba repleto de gente el camino del bosque. Ahí al lado del puente pude tomar una foto de unas geishas que iban a cruzar y tuvieron que esperar en un semáforo La última visita que decidimos hacer fue el jardín Zen del templo Tenyruji. Precioso, con los cerezos empezando a florecer. He visto fotos en otoño y también es espectacular. Por algo es patrimonio de la humanidadUna comida rápida de ramen para ella y udon con arenque ahumado para el y a seguir viaje. Aparte de lo relatado aquí Arashiyama tiene otras cuantas visitas interesantes de hacer. Para mi un «debe verse» si vas a Japón.
Kioto
Llegamos a Kioto a media mañana con una intensa lluvia que no tuvo a bien parar en todo el día. No ibamos a parar por ello así que comimos en el hotel e hicimos el plan previsto de visitar Fushimi Inari y Arashiyama. El hotel estaba a unos 15 minutos andando de la estación de trenes, verdadero centro de la ciudad. No fue el mejor hotel pero si el más caro. Kioto nos sorprendió pues creíamos que era una ciudad más pequeña pero es grande y las distancias entre los distintas atracciones y la estación suele ser de media hora a cuarenta minutos en autobús. Y además llena de turistas, posiblemente la razón de que nos costara encontrar alojamiento y además caro. Una opción buena para Kioto son los ryokan pero también había problemas para encontrar sitio y a mi, si ya de joven me costaba sentarme en el suelo, ahora con las rodillas machacadas es un suplicio. A pesar de la lluvia decidimos seguir con el plan previsto que era, aprovechando el JR pass, visitar Fushimi Inari y Arashiyama ambos cercanos a estaciones de la línea JR. Empezamos por Inari. A pesar de la lluvia había bastante gente al principio del camino, un rio de paraguas. Fushimi Inari es un santuario situado en una colina y el camino sube en túneles de miles de toris. Los primeros tramos estaban llenos de gente y era imposible hacer fotos sosteniendo el paraguas en una mano y e intentando que no saliera la gente. Según íbamos subiendo la masa iba desapareciendo y la lluvia también fue a menos. No subimos hasta arriba, decidimos bajar cuando ya nos cansamos de tanto tori. No creo que haya otro sitio en el mundo con mayor número de toris. En cada rincón del camino hay un templito con toris y muchos con la figura del zorro (kitsune), el mensajero de Inari. En los toris hay letras escritas, uno puede pensar que se trata de poemas o mensaje sublimes, místicos … pero te sorprendes cuando de repente entre pictogramas japoneses te encuentras «TATOO STUDIO». Inari es un dios que representa varias cosas entre ellas la prosperidad y el éxito y por eso muchas empresas donan toris. Después fuimos a Arashiyama. La luz escaseaba y la lluvia arreciaba así que lo que vimos se vio como pudimos de mala manera. A Arashiyama le dedicaremos una entrada exclusiva pues volvimos dos días después y nos encantó. El segundo día de Kioto salío nublado pero sin lluvia. Por la mañana hicimos excursión a Nara y ya al atardecer volvimos a Kioto a ver Gion y el templo de Kiyomizudera. Para desplazarnos usamos el autobús municipal comprando el billete de un día que en cuanto lo usas más de dos veces te compensa y te evitas tener que ir con el dinero justo para pagar el viaje. EL gran problema de los autobuses es que van hasta arriba sobre todo los que pasan por los sitios turísticos. Recorrimos Gion, barrio con sabor antiguo, que salvo la zona del canal que estaba llena de gente haciéndose fotos, estaba a esa hora bastante tranquilo. Está lleno de restaurantes y casas de té muchos de ellas con entretenimiento con geishas por eso en ese barrio esperas poder ver alguna. Pero no es fácil y además no se dejan fotografiar. Vi como una decía un NO rotundo a una turista que le pidió fotografiarla. Y en Potoncho una pobre geisha iba corriendo entre la multitud perseguida por un grupo de fotógrafos.Después del paseo por Gion nos acercamos a ver el templo de Kiyomizu-dera que tiene iluminación nocturna. Muy bonito pero gran parte del templo está en reparación con un andamio que lo cubre. Al menos el andamio es de maderas y está integrado. El tercer día lo empleamos entero en visitar Takayama, comentarios en entrada aparte. El cuarto y último día en Kioto decidimos no salir de la ciudad, en un primer plan íbamos a visitar el castillo de Himeji pero decidimos dejarlo y además teníamos la espinita de no haber visto Arashiyama. Y eso fue lo primero que hicimos, volver a Arashiyama. De ahí al castillo Nijo, realmente de castillo tiene el foso luego por dentro es más parque y jardín que otra cosa.
Un poco tarde dentro de la organización del viaje vimos la posibilidad de ir a ver un festival de danza de Geishas (y Maikos) el Miyako Odori que solo se realiza en el mes de abril. Encontramos entradas por los pelos para el último día de estancia en Kioto y en un lateral que lamentablemente tenía una visibilidad que dejaba de desear. Tradicionalmente esta representación se hace en Gion pero por obras en el teatro se trasladó a la universidad de arte y diseño, un poco alejada del centro. No estaba permitido hacer fotos (ni videos pero había gente con el móvil tan ricamente) pero pude capturar de lejos a una Maiko (creo) en la cafetería A la salida del espectáculo de nuevo con el petabús nos fuimos a Pontocho una calle estrecha con casas tradicionales que ahora son restaurantes y casas de té. Tantos restaurantes hay que aturdidos para elegir acabamos cenando en un restaurante de cocina francesa. Después de cenar paseamos un rato por Gion hasta que empezó a llover y volvimos al hotel. Noche y fin de estancia. En Kioto se nos quedaron algunas cosas por ver como el paseo de la filosofía así que no me importará volver si alguna vez hay oportunidad.
Un poco tarde dentro de la organización del viaje vimos la posibilidad de ir a ver un festival de danza de Geishas (y Maikos) el Miyako Odori que solo se realiza en el mes de abril. Encontramos entradas por los pelos para el último día de estancia en Kioto y en un lateral que lamentablemente tenía una visibilidad que dejaba de desear. Tradicionalmente esta representación se hace en Gion pero por obras en el teatro se trasladó a la universidad de arte y diseño, un poco alejada del centro. No estaba permitido hacer fotos (ni videos pero había gente con el móvil tan ricamente) pero pude capturar de lejos a una Maiko (creo) en la cafetería A la salida del espectáculo de nuevo con el petabús nos fuimos a Pontocho una calle estrecha con casas tradicionales que ahora son restaurantes y casas de té. Tantos restaurantes hay que aturdidos para elegir acabamos cenando en un restaurante de cocina francesa. Después de cenar paseamos un rato por Gion hasta que empezó a llover y volvimos al hotel. Noche y fin de estancia. En Kioto se nos quedaron algunas cosas por ver como el paseo de la filosofía así que no me importará volver si alguna vez hay oportunidad.
Tokio (I)
Es una locura. Ciudad y más ciudad. Gente y más gente. Debido a la dificultad de encontrar alojamiento en Kioto, tuvimos que planificar la estancia en Tokio en dos fases, lo cual por otro lado no vino mal. Pasamos dos noches al llegar y, después de Kioto, las últimas cuatro noches. Estuvimos en dos hoteles distintos pero en la misma zona, el lado oeste de la estación de Shinjuku. A ese lado la mayoría de edificios son oficinas de empresas privadas y de la administración.
Cuando salíamos por la mañana temprano hacía la estación nos venía de frente un chorro humano de ejecutivos y ejecutivas cual ejercito de zombies, impasible el ademán, vestidos prácticamente igual hombres y mujeres de traje oscuro ellos y gabardina beige ellas. Cuando volvíamos por la noche volvíamos a cruzarnos con el ejercito silencioso en sentido contrario. Solo les oímos hablar y reírse en grupo el viernes por la tarde. El lado este de la estación es lo contrario está lleno de sitios de ocio, restaurantes y vida nocturna por lo que se dice que cuando el oeste de Shinjuku se vacía se llena el este. La tarde de la llegada aprovechamos para subir a las torres del ayuntamiento y explorar el barrio hasta donde aguantamos. Paseamos por un vació Golden Gai: Una cuantas calles, más bien callejones, de casitas bajas con locales, todavía más estrechos que bajos, que son una especie de bares o tascas de copas con reminiscencias de los años 60, 70 y 80. Hicimos fotos por la tarde y volvimos a pasar por la noche para ver un poco el ambiente pero duramos poco.La mañana del primer día aprovechamos el madrugón del jetlag para ir al mercado de Tsukiji. No a la subasta, que ya estábamos advertidos que hay cupo de visitantes y hay que pedirlo con anticipación, sino más tarde. Tardamos un pelín en orientarnos pero al final pasamos adentro saltándonos a la torera, muy español, el cartel que decían no entrar antes de las 10. Eramos los únicos turistas que pululábamos por ahí y aunque nadie nos dijo nada al rato tenías la sensación de estar de más así que fuimos a desayunar sushi a uno de los minúsculos locales que hay alrededor del mercado. Toda una experiencia. Un lugar estrecho de 3 metros de ancho que dan para la barra, el sitio de los clientes, 10 máximo, y el hueco para los cocineros. Pero muy divertido y muy bueno. Ese día cogimos el pase diario del metro y de Tsujiki fuimos a Ueno donde visitamos el parque y pudimos comprobar la pasión de los japoneses por el florecimiento de los cerezos. Ya hablaremos de ello en la sección fauna y flora.De Ueno fueimos a Asakusa donde ves algo de lo que sería el Tokio tradicional. En ese barrio merece una visita el templo Sensoji, ahora que vacío no estaba. Desde el templo cruzamos el Rio Sumida por el puente Azumabashi viendo en todo momento el Tokio Skytree y la Asahi Beer Tower. Una tentación irresistible: Subir a la cervecería de la Asahi en la última planta y tomar una cerveza con vistas. Descansados volvimos a tomar el metro a Roppongi dome nos metimos a comer Ramen en un sitio popular, muy gracioso pues primero vas a la máquina a elegir lo que quieres, pagas, y luego te pones a la cola a esperar tu sitio. Por cierto que son sitios individuales, no se espera que comas acompañado :). Paseamos un poco por Roppongi, un barrio de centros comerciales, entramos en el Tokio Midtown muy bonito con su parque y todo. Y de paso entramos en el Fujifim Square y pude comprobar que con la globalización los precios de primera mano de artículos electrónicos y fotográficos no difieren de un país a otro. De ahí a Shijuku, cenar y preparar maletas para ir a Kioto.