Han sido cuatro semanas largas las que he pasado fuera de Madrid. Tres de vacaciones y una de trabajo. Al recoger la casa, guardar las bicis, cerrar la mesa de la terraza, poner a resguardo las plantas… siempre te acompaña una sensación de nostalgia anticipada. Y siempre desearías quedarte una semana más …
Ha sido un verano tranquilo, sin hacer nada especial, recuperando algunas cosas que el verano pasado no se pudieron hacer, pero descansando, sin sobresaltos. Eso, la verdad, en los tiempos que corren se agradece. Dice la maldición china «que vivas tiempos interesantes» y casi que ya estamos cansados de tiempos en los que el devenir supera tus pequeños deseos. En lo climatológico ha sido un verano raro, casi no hemos tenido ningún día de cielo azul y sol radiante. El último día de playa, si, justo el último. La mayoría de días han sido nublados, con brumas, con calima, con nubes altas, bajas, delgadas y gordas. Y lluvia. En distintas frecuencias, intensidades y tamaños de gota. Menos calor que los últimos veranos. La fotografía la he centrado en las aves acuáticas de la zona. La verdad es que es espectacular la diversidad que tienes al alcance de la mano a pesar de la presión humana existente. No he estado creativo, no hay «fotos conceptuales», y tampoco me he puesto a realizar paisajes, que con un poco de ganas, madrugar fundamentalmente, alguno se puede hacer. Bueno, una puesta de sol he hecho. También un autorretrato que voy a ver si me vale como foto para el DNI. Me he sacado serio para que la policía no me considere lo que soy. Lo único que me ha faltado ha sido conseguir ‘el reto deportivo’: Correr un trayecto por pistas de La Devesa de unos 8 a 9 kilómetros entre la ida y la vuelta. Esta vez entre esguince de tobillo, pinchazo en el gemelo y torcedura de rodilla no he conseguido sentirme segurode estar en forma para hacerlo. Pero lo haremos, quizás el verano que viene.