Pues si, este mes de junio va a pasar a la historia como uno de los más calurosos. La segunda mitad del mes, horrorosa, el verano a todo trapo.
Desde la última entrada, Garnavmi y yo hemos asistido como otros años, de voluntarios a una carrera ciclista organizada por su fundación y mi empresa. El año pasado por estas fechas estuvimos en Bretaña y no asistimos. La carrera ciclista nos ha llevado desde Madrid a Hondarribia, con escalas en Santo Domingo de Silos, Haro y Beasain. He de decir que me ha venido muy bien para pasar del trabajo y dejar correr el tiempo. Debería tener alguna foto guapa de ciclistas, pero no es el caso. La verdad es que estoy percibiendo este año como poco productivo y creativo. Menos mal que queda la macro fotografía. Estamos en la época de bichos y en un paseo de una hora, he conseguido fotos para completar esta entrada.
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La semana de verano de mayo
La última semana de mayo está resultando una semana de verano por las altas temperaturas que estamos sufriendo. Superando los 40 grados en bastantes sitios de la Península Ibérica, se están batiendo récords de calor.
Una lástima, llevábamos una primavera muy buena de temperaturas moderadas y bastantes lluvias. Tan necesarias. Hasta esta semana…. Esperemos que sea un episodio extraordinario y que el mes de junio sea algo fresco. Si no, moriremos, pues entramos en el verano meteorológico y quedan muchos días, potencialmente, de calor. En la familia, este año, tenemos muchos eventos en junio y julio, presumiblemente pasaran deprisa y enseguida estaremos en el veraneo de agosto.
Este fin de semana le he podido dar una vuela a las fotos de Marruecos. No teniendo nuevas fotografía, he elegido algunas para acompañar al «calor de mayo». Un grafiti en una pared al lado del riad de Ouazarzate que ánima a buscar objetivos en la vida, nunca viene mal tener motivaciones. Una estampa al atardecer en el desierto, muy apropiado ahora que la calima cubre el cielo. Y un artesano cartel de una tienda de fósiles, de las eras geológicas, muy apropiado el tema ahora que seguro que estamos de cambio climático y eso va a impactar en la geología. Tendremos nueva era ¿Como la llamaremos? ¿Infernoceno?.
Últimas fotos del otoño
Teniendo en cuenta que el 9 de diciembre entró aire frío y bajaron las temperaturas hasta hacerlas invernales, las fotos de los dos fines de semana anteriores se pueden considerar las últimas del otoño. No son grandes fotos y solo valen para el recuerdo: Paseo por la Hoz del Rio Gallo, visita a la Fundación Todolí, caminata por la falda del Mondúver y asomarse a la playa de El Saler arrasada de cañas y restos de la DANA más de un mes después.La DANA sigue muy presente en la sociedad valenciana, lo hemos podido comprobar en esta última visita. En todos los sitios oyes comentar sobre el suceso, cuando no es que te preguntan directamente si te has visto afectado. Habrá que ver en las próximas fallas cono caricaturizan lo pasado, si hay humor, será muy negro. Y ahora queda recapitular el año, lo bueno, lo malo, las mejores fotos …
Elogio del otoño
Este era el articulo que tenía en la cabeza, contar lo bonito que estaba siendo este otoño. ¡Por fin un año con otaño otoñal! . Con sus lluvias sus nubes y sol, la temperatura agradable, el color de la vegetación. Los tres fines de semana que salimos al campo, salieron estupendos.
Muchos animales, la berrea, y setas, sobre todo niscalos, como en muchos años no habíamos recolectado. A pesar de muchos líos domésticos y de trabajo, alguna mala noticia de salud de familiares cercanos, las obras en el edificio, las obras en la calle, por todos lados obras, estaba siendo un buen otoño climatológico.
Hasta el martes 29 que ocurrió la tragedia. El cielo se desplomó en forma de viento y lluvia torrencial sobre comarcas del interior de Valencia. Una DANA, lo que llamábamos gota fría de mis tiempos de estudiante. De libro, pero súper amplificada, 500 litros de agua por metro cuadrado y en menos de 24 horas. El calentamiento del Mediterráneo en 3 grados este verano presagiaba grandes lluvias, pero esto ha superado cualquier previsión. Me toca muy cerca. Entre mi casa y el horror solo nos separa L’Albufera. La peor parte se lo ha llevado no los lugares donde cayó el agua, que también, sino por donde ha pasado esa agua desbocada que ha desbordado los cauces. Alfafar y Sedaví son dos lugares habituales para mi: Los centros comerciales de estas dos poblaciones son mis sitios de compra. Y han acabado destruidos. Por suerte ni familia, ni amigos ni conocidos han tenido perdidas humanas aunque si daños materiales. Una catástrofe la destrucción de infraestructuras, viviendas, negocios … aunque mucho peor son los más de 200 personas fallecidas. Inimaginable el daño y el destrozo. La imagen de voluntarios yendo a limpiar me ha recordado cuando en las inundaciones de octubre de 1982 «la pantanà», otra gota fría que afectó a las comarcas de la ribera del Jucar, fui con mi hermana Pepa y un amigo, Juan Lázaro, a Gabarda, el pueblo de otro amigo, Vicente, a ayudarles a limpiar. La crecida del agua rompió la presa de Tous y eso provocó daños mayores a los propios de la intensa lluvia. Viajamos a dedo en un camión desde Madrid a Buñol, y allí mi tía nos llevó a Gabarda. Estuvimos todo el día limpiando de barro la casa de Vicente y de sus vecinos. La vuelta a Valencia la hicimos en un autobús con voluntarios de los astilleros de la Unión Naval de Levante. En el autobús, unos cuantos voluntarios se quejaron que les habían mandado a sitios donde no había nada o poco que hacer. La organización de la ayuda en los momentos de crisis es muy complicada. Al final, el pueblo, Gabarda, fue derruido.
Muchos animales, la berrea, y setas, sobre todo niscalos, como en muchos años no habíamos recolectado. A pesar de muchos líos domésticos y de trabajo, alguna mala noticia de salud de familiares cercanos, las obras en el edificio, las obras en la calle, por todos lados obras, estaba siendo un buen otoño climatológico.
Hasta el martes 29 que ocurrió la tragedia. El cielo se desplomó en forma de viento y lluvia torrencial sobre comarcas del interior de Valencia. Una DANA, lo que llamábamos gota fría de mis tiempos de estudiante. De libro, pero súper amplificada, 500 litros de agua por metro cuadrado y en menos de 24 horas. El calentamiento del Mediterráneo en 3 grados este verano presagiaba grandes lluvias, pero esto ha superado cualquier previsión. Me toca muy cerca. Entre mi casa y el horror solo nos separa L’Albufera. La peor parte se lo ha llevado no los lugares donde cayó el agua, que también, sino por donde ha pasado esa agua desbocada que ha desbordado los cauces. Alfafar y Sedaví son dos lugares habituales para mi: Los centros comerciales de estas dos poblaciones son mis sitios de compra. Y han acabado destruidos. Por suerte ni familia, ni amigos ni conocidos han tenido perdidas humanas aunque si daños materiales. Una catástrofe la destrucción de infraestructuras, viviendas, negocios … aunque mucho peor son los más de 200 personas fallecidas. Inimaginable el daño y el destrozo. La imagen de voluntarios yendo a limpiar me ha recordado cuando en las inundaciones de octubre de 1982 «la pantanà», otra gota fría que afectó a las comarcas de la ribera del Jucar, fui con mi hermana Pepa y un amigo, Juan Lázaro, a Gabarda, el pueblo de otro amigo, Vicente, a ayudarles a limpiar. La crecida del agua rompió la presa de Tous y eso provocó daños mayores a los propios de la intensa lluvia. Viajamos a dedo en un camión desde Madrid a Buñol, y allí mi tía nos llevó a Gabarda. Estuvimos todo el día limpiando de barro la casa de Vicente y de sus vecinos. La vuelta a Valencia la hicimos en un autobús con voluntarios de los astilleros de la Unión Naval de Levante. En el autobús, unos cuantos voluntarios se quejaron que les habían mandado a sitios donde no había nada o poco que hacer. La organización de la ayuda en los momentos de crisis es muy complicada. Al final, el pueblo, Gabarda, fue derruido.