De Cienfuegos a Trinidad fuimos por carreteras cercanas a la costa. Era una mañana apacible y soleada. Y salvo por algún tramo en obra fue un plácido viaje observando el paisaje. Cuando la carretera se aproxima al mar el gris asfalto se torna rosado por la multitud de cangrejos aplastados.
La llegada a Trinidad fue agobiante. Nos pareció que en Cuba las personas tienen mucha mayor actividad por las mañanas que el resto del día, desaparecen por la tarde, y Trinidad no fue una excepción, las calles estrechas, de adoquines, empinadas estaban abarrotadas de gente. Gente además que no paraban de decirte cosas … por ahí no, está prohibido, para abajo, ¿necesitas casa?, una cierta presión que se aumentaba con el calor del día.
En una de estas se nos planta delante del coche un tipo y nos dice ¿Qué casa buscáis? Yirina y Chichi, Ah bien yo soy Chichi, me subo y os llevo. Jaja. Esa ya nos la sabíamos y le dijimos que no que la buscamos nosotros. Y dice, ir a la casa que ahí os espera mi mujer. Yirina nos dijo que no estaba casada. 😀
Encontramos la casa y a la vez un problema. Yirina empezó a decirnos que las anteriores personas estaban enfermas y que no habían podido dejar la habitación que nos daban otra casa. Nos negamos, que cambiaran ellos. Entonces nos pidío que fuéramos a dar una vuelta mientras resolvía el tema.La verdad es que no nos fiamos de ella. Si hasta entonces con María Luisa en Viñales e Isabel en Cienfuegos habíamos «conectado» con esta señora pues no.
Trinidad, su centro turístico, no es muy grande. Es muy bonito porque conserva el aspecto de la época colonial en sus casas y en sus calles pero se te acaba rápido. Tiene muchos puestos de artesanía sobre todo de tejidos pero que se les nota muy pensados para el turismo. Eso si que lo notamos, que era un sitio excesivamente turístico pero que no había casi turistas y los que estábamos, eramos codiciados objetos del deseo. Hasta entonces no sabíamos la que el volcán Eyjafjallajökull había montado en el espacio aéreo. Un detalle que habíamos notado por las carreteras de Cienfuegos era que los autobuses turísticos iban vacios.
Tras este primer paseo volvimos a la casa y como nos temiámos la habitación no estaba libre, otra excusa distinta y al final para no amargarnos el viaje ni perder tiempo cambiamos de casa. La de Marla y Fernando, peor casa pero al menos Fernando era un gran cocinero.
Una vez vista Trinidad decidimos con el calor de las primeras horas de la tarde ir a ver el Ingenio de Manaca – Iznaga. Como fue algo especial le reservo su propio espacio.
De vuelta a Trinidad volvimos a patear el centro, entramos en el museo de la ciudad, tomamos una cerveza en la casa de la música, y subimos a una ermita a las afueras de la ciudad. En esta ermita y mientras sobre nuestras cabezas las nubes prometían una gran tormenta que finalmente no hubo, había una vieja sombrerera haciendo sus sombreros. Le compramos uno y vimos como los hacía.
Esa noche cenamos cocinado por Fernando un pescado empanado que nunca he tomado uno mejor. A la mañana siguiente madrugamos para ir a Bahía de Cochinos de vuelta a La Habana dejando Trinidad, muy bonita pero que nos faltó algo para apreciarla tanto como Cienfuegos.
Repasando las fotos tal vez veo Trinidad de otra manera, sus colores, el estilo colonial que se ve en toda la ciudad … un gran recuerdo.