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Un bodegón de los 80
Revisando negativos antiguos me he encontrado con este «ingenuo y juvenil» bodegón. De cuando no tenía ni idea de iluminación, ni me fijaba en los fondos ni en la profundidad de campo. Ni que decir de la composición :D.
Una «obra temprana» cuyo único valor es que es mía. Pero la aprecio. Y es cierto que en la fotografía digital el aprendizaje es mucho más fácil al poder ver los resultados al momento. Cuando era joven, todo era más complicado en el proceso fotográfico pero a la vez era más ilusionante.Gambito de dama
Estoy viendo una interesante serie ‘Gambito de dama‘ que ha hecho que recuerde mi, ya lejana, relación con el ajedrez. Aprendí a jugar, más bien aprendí los movimientos de las piezas y las reglas, con los ‘Juegos reunidos Geyper’, que como tantos niños en los años 60 del siglo pasado (que antiguo y distante suena) tuve en mi infancia.
En el primer curso en el colegio NSR, 4ºEGB, me apunté, no sé si voluntariamente o por recomendación/imposición de algún progenitor, tutor, profesor o carcelero de los muchos que me rodeaban, a la escuela de ajedrez. No tengo muchos recuerdos de dicha escuela. Desde luego como escuela debió ser mala pues no tengo constancia de que aprendiera nada. Lo que si recuerdo es la primera partida que jugué: Mi contrincante, un niño creo que de un curso superior, no paraba de dar saltos de alegría al ganarme en cuatro movimientos por el jaque mate pastor … Debí abandonar pronto esa escuela pues como digo no tengo ningún recuerdo más que aquella humillación. No, no lo sentí como humillación sino como agria sorpresa de que me ganaran con tanta facilidad y con la desmedida alegría del contrincante. Supongo que cambié esta actividad deportiva por otra más física, más adaptada a mis condiciones innatas.En mi adolescencia recuerdo seguir jugando al ajedrez en las épocas de internados y de campamentos. Era una forma de pasar el tiempo cuando tenías movilidad restringida, y me gustaba. Recortaba partidas de los periódicos, ‘blancas juegan y ganan’, y las pegaba en un cuaderno. Pasada la adolescencia, en la universidad, incluso me compré libros que aún conservo para seguir aprendiendo y jugaba con cierta regularidad. Y unos de los primeros programas que empecé a usar en el Spectrum fue como no, un programa de ajedrez. El ajedrez seguía conmigo. En mi boda me regalaron un tablero y unas fichas «buenas», un ajedrez Staunton. Y ahí en ese momento paró de acompañarme. El Staunton nunca se ha lucido en una partida. La persona que me lo regaló, con el que jugaba con cierta frecuencia, desapareció de mi vida antes de que tuvieramos oportunidad de jugar con él. Y no encontré, ni busqué, otro oponente. Al instante de escribir esto no sé siquiera donde están las piezas del ajedrez regalo de boda. El tablero sí, sé donde está, lleva 33 años en la bandeja inferior de la mesita central de metacrilato del salón.
¿Por qué el ajedrez desapareció de mi vida? Posiblemente no encontró hueco en mi nueva vida a partir de que empezará a trabajar y saliera de la casa familiar. En cierta forma, al ganar libertad, perdió su atractivo de refugio en tiempos muertos. Ya no tenía esos momentos: Tantas cosas que podía hacer y poco tiempo para hacerlas como para dedicarlo a un juego. Más de 30 años después ahora sigo en la misma circunstancia: tantas cosas que quiero hacer y tan poco tiempo para hacerlas. Bueno, eso hasta justo antes del puto virus. La verdad es que en el confinamiento el ajedrez hubiera podido ser un entretenimiento, pero ni en esas circunstancias me acordé de él.
Recordando y analizando retrospectivamente, recuperando sensaciones y sentimientos … creo que aparte del consumo de tiempo y que al final no todo lo puedes hacer y priorizas unas cosas sobre otras, hay una razón importante en mi abandono, algo que tiene un cierto peso para mi: Según avanzas en el ajedrez y quieres jugar mejor tienes que ponerte a memorizar muchas jugadas «tipo», aperturas, defensas, contraataques … Y la verdad es que eso no encaja en mi forma de ser. Lo percibo como algo poco creativo, que quita la magia de la improvisación. Por supuesto que en función del rival, más tarde o temprano, pronto era en mi caso, tienes todas las jugadas que te queden hasta el final de partida para ser creativo, pues ya no recuerdas los movimientos. Y otra reflexión, salvo que te metas en competiciones que tengas el aliciente de la competición, marca mucho con quien juegues para disfrutar y si no encuentras ese oponente u oponentes acabas olvidándote.
Recuerdo el programa de ajedrez con el que jugué una temporada: En el nivel 0 el ordenador sabia mover las fichas y poco más, le ganabas con bastante facilidad. Demasiado fácil. En el nivel 1 ya tenía las aperturas más típicas en ‘la cabeza’, respondía muy rápido los primeros movimientos, y analizaba alguna jugada, ya era para mi complicado ganarle. En el nivel 2, nada, no tenía opción, se tomaba su tiempo y siempre ganaba él. Nunca le encontré el gusto de verlo un reto que me daría un subidón de autoestima si ganaba a la máquina. Y el simple programita tenía hasta 10 niveles …
Aunque el ajedrez ya no tiene interés para mi si que lo considero un juego o deporte muy educativo y que debería formar parte de la formación básica de un niño Lo pondría como asignatura en alguno de los cursos escolares tempranos.
G-L-O-R-I-A
Jesus died for somebody’s sins but not mine.
NOTAs: Esta entrada la empecé el 12 de marzo de 2016, supongo que tras una emotiva audición que me inspiró. Escribí:
Se me erizan los pelos del cuerpo cuando oigo esta canción. Y así es desde 1976, la primera vez que la oí estudiante interno en un colegio. Para mi todo un símbolo de una época.
Y ahí se quedó … Y cuatro años después lo he continuado. Evidentemente en el 2016 no sabía que iba a tener la oportunidad de ver a Patti actuar … ni que la iba a perder por algo tan de ficción como una pandemia.
En la entrada comento que no hay mucha distancia temporal entre el relato de Patti y mi adolescencia. Son entre 10 y 15 años pero creo que el nervio vital y los estímulos externos que tendría un joven en Nueva York en los 60 no serían muy diferentes de los que tenía un joven en Madrid la segunda mitad de los 70. Aún siendo Nueva York la capital del mundo y Madrid una capital de provincia.He buscado fotos de aquellos años, míos, y no he encontrado mucho. No hacía, ni me hacían, muchas fotografías, era un estudiante sin ingresos y comprar un carrete, revelarlo y pasarlo a papel suponía contar con un dinero que rara vez contaba con él. En aquellos entonces usaba la Yashica telemétrica que fue de mi padre. El hizo muy buenas fotografías, en cambio yo nunca lo conseguí, quiero creer porque me llegó rota … El caso es que las pocas fotografías de entonces son malas y además los negativos están en muy mal estado. He rescatado una foto que alguien me hizo tocando la guitarra, y otra de un burdo y obvio bodegón reivindicativo. Yo también pensaba en ser un artista 😀 y estaba comprometido con la no violencia y el ecologismo … El resto de fotos que acompañan son del viaje a Nueva York de octubre de 2015. He buscado fotos que tal vez no hayan cambiado mucho en esa ciudad desde los años 60, y si no, da igual.