Es una locura. Ciudad y más ciudad. Gente y más gente. Debido a la dificultad de encontrar alojamiento en Kioto, tuvimos que planificar la estancia en Tokio en dos fases, lo cual por otro lado no vino mal. Pasamos dos noches al llegar y, después de Kioto, las últimas cuatro noches. Estuvimos en dos hoteles distintos pero en la misma zona, el lado oeste de la estación de Shinjuku. A ese lado la mayoría de edificios son oficinas de empresas privadas y de la administración.
Cuando salíamos por la mañana temprano hacía la estación nos venía de frente un chorro humano de ejecutivos y ejecutivas cual ejercito de zombies, impasible el ademán, vestidos prácticamente igual hombres y mujeres de traje oscuro ellos y gabardina beige ellas. Cuando volvíamos por la noche volvíamos a cruzarnos con el ejercito silencioso en sentido contrario. Solo les oímos hablar y reírse en grupo el viernes por la tarde. El lado este de la estación es lo contrario está lleno de sitios de ocio, restaurantes y vida nocturna por lo que se dice que cuando el oeste de Shinjuku se vacía se llena el este. La tarde de la llegada aprovechamos para subir a las torres del ayuntamiento y explorar el barrio hasta donde aguantamos. Paseamos por un vació Golden Gai: Una cuantas calles, más bien callejones, de casitas bajas con locales, todavía más estrechos que bajos, que son una especie de bares o tascas de copas con reminiscencias de los años 60, 70 y 80. Hicimos fotos por la tarde y volvimos a pasar por la noche para ver un poco el ambiente pero duramos poco.La mañana del primer día aprovechamos el madrugón del jetlag para ir al mercado de Tsukiji. No a la subasta, que ya estábamos advertidos que hay cupo de visitantes y hay que pedirlo con anticipación, sino más tarde. Tardamos un pelín en orientarnos pero al final pasamos adentro saltándonos a la torera, muy español, el cartel que decían no entrar antes de las 10. Eramos los únicos turistas que pululábamos por ahí y aunque nadie nos dijo nada al rato tenías la sensación de estar de más así que fuimos a desayunar sushi a uno de los minúsculos locales que hay alrededor del mercado. Toda una experiencia. Un lugar estrecho de 3 metros de ancho que dan para la barra, el sitio de los clientes, 10 máximo, y el hueco para los cocineros. Pero muy divertido y muy bueno. Ese día cogimos el pase diario del metro y de Tsujiki fuimos a Ueno donde visitamos el parque y pudimos comprobar la pasión de los japoneses por el florecimiento de los cerezos. Ya hablaremos de ello en la sección fauna y flora. De Ueno fueimos a Asakusa donde ves algo de lo que sería el Tokio tradicional. En ese barrio merece una visita el templo Sensoji, ahora que vacío no estaba. Desde el templo cruzamos el Rio Sumida por el puente Azumabashi viendo en todo momento el Tokio Skytree y la Asahi Beer Tower. Una tentación irresistible: Subir a la cervecería de la Asahi en la última planta y tomar una cerveza con vistas. Descansados volvimos a tomar el metro a Roppongi dome nos metimos a comer Ramen en un sitio popular, muy gracioso pues primero vas a la máquina a elegir lo que quieres, pagas, y luego te pones a la cola a esperar tu sitio. Por cierto que son sitios individuales, no se espera que comas acompañado :). Paseamos un poco por Roppongi, un barrio de centros comerciales, entramos en el Tokio Midtown muy bonito con su parque y todo. Y de paso entramos en el Fujifim Square y pude comprobar que con la globalización los precios de primera mano de artículos electrónicos y fotográficos no difieren de un país a otro. De ahí a Shijuku, cenar y preparar maletas para ir a Kioto.