El viaje acababa con dos noches de relax en el Blue Lagoon. Pero desde el Jukalsarlon, teníamos un día de transición viajando por el sur de Islandia así que en el camino fuimos parando en sitios que no habíamos visto anteriormente y en alguno que si. El primero sitio elegido para parar era el glaciar Svínafell del parque Skaftafell. En el 2018 nos pilló en ese parque una lluvia muy intensa. Pues esta vez repetimos lluvia pero con más agua todavía. Logramos llegar a ver el glaciar a costa de tener ropa empapada para el resto del viaje.
Más suerte tuvimos al llegar al cañón Fjaðrárgljúfur. En ese momento ya no llovia. Habíamos comido en Kirkjubæjarklaustur donde nos habíamos perdido un poco buscando unas casitas con techo de hierba que no supimos ubicar bien en el inevitable Google Maps. El camino del cañón lo pudimos hacer sin agua pero con barro hasta las orejas. Muy bonito pero lo pillamos con bastante mala luz. Muy cerca del cañon está Eldhraun, un inmenso y espectacular campo de lava cubierto de musgo que en verano está gris pero en invierno es de un impactante verde intenso. En el 2018 nos acercamos al aparcamiento desde donde sale el camino para ver los restos de un avión militar americano que tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en 1973 y ahí se quedó el fuselaje convirtiéndose en una atracción turística más de las isla. No realizamos en esa ocasión la visita pues era un día lluvioso y nos creímos el cartel que hay que te avisa de que se tarda 2 horas. En esta ocasión la tarde se había despejado, había claros a pesar de no verse el sol y yo ya me había informado que el camino es de 45 minutos. Nos animamos a hacerlo y llegamos al avión. Una pena que no se asomara el sol para tener una bonita puesta con los restos del Douglas C-117D. Volviendo al coche el cielo se iba despejando más, ¿tendríamos noche clara? Pero se veía una fuerte niebla en la dirección de nuestro hotel. Y justamente llegamos en medio de la niebla. Pero yo era optimista, solo era niebla, que con un poco de viento podría irse, por encima la previsión era de cielo despejado. Me acosté confiando en que la recepción del hotel me avisaría si se vieran auroras. A las 3 de la mañana me desperté y vi un cielo estrellado por la ventana. Salí, una débil aurora resplandecia sobre las montañas del horizonte. La luz no fue a más, y poco a poco, la niebla volvio a reinar sobre el paisaje. Al menos estuve practicando foto nocturna alrededor de una hora. Al día siguiente volvimos un poco hacía atrás para ver Sólheimajökull un glaciar que ya habíamos visto en 2018. Al pasar por Skógafoss me gustó una vista un poco lejana de la cascada, con trípode puse un filtro ND para hace una exposición larga. Queda curiosa con el contraste del azul de agua y cielo y el amarillo de la hierba. La nieve del primer día estaba ahora completamente desaparecida. Tal vez queda un poco lejana la cascada. Seguimos camino hacia Blue Lagoon con una parada en Strandarkirkja una iglesia tradicional, en un curioso paraje cerca de la costa, uno de los primeros lugares habitados de la isla. Desde las rocas vimos una escena poco común: Focas y cisnes a la vez en el mismo entorno. Para intentar acercarme a las focas puse el 70-300, un objetivo que compré de segunda mano hace varios años y que nunca me ha terminado de gustar pues las fotos siempre quedan sin contraste, con deficiente definición, muertas vamos. Fotografíe la iglesia y otros elementos anexos y al ver las fotos en la pantalla volví a pensar lo poco útil que era ese objetivo. Fue entonces cuando se me ocurrió quitar el filtro UV que protegía la lente, volver a fotografiar y ¡¡Oh, gran sorpresa!! fotos limpias, vivas y definidas. Como tener un objetivo nuevo, estoy deseando probarlo de nuevo :D. Llegamos a nuestro hotel en la laguna azul. Dejar las maletas y a las aguas termales. No llevé la cámara pues decian que no se permitían «fotografías profesionales» además que sin saber el protocolo no me iba a arriesgar a llevarla. Hice bien, a diferencia de las termas de Myvatn, en esta es muy complicado estar entrando y saliendo para dejar la cámara protegida en la taquilla, una pena. Estuvimos en el agua cerca de una hora. Gratuitamente te dan unas cremas faciales y una bebida que preferimos tomarla mejor fuera. Mientras estuvimos dentro tuvimos lluvia pero no te enteras. Hubieran sido unas bonitas fotos con las cabezas saliendo entre la neblina provocada por la condensación del agua caliente y la ausencia de luz debido a las espesa nubes que teníamos encima, la visibilidad no llegaba a los 2 metros. Con el calor del agua empecé a mover el brazo, arrastraba, y arrostro, una capsulitis de hombre desde la operación de cérvicales que se me agravó mucho en el otoño. Ahora podía hacer movimientos que llevaba meses sin hacer! Beneficio indudable de esas aguas termales. Sales del baño muy muy relajado y una vez vestidos fuimos a por esa cerveza que te regalan. Qué paz! Esa noche cenamos en el hotel, no una gran cosa, la verdad. La noche no prometía nada, cielos cubiertos y lluvia. Estuve atento, saliendo por la terraza a ver el cielo hasta que me dormí. Al día siguiente nos acercamos al volcan Fagradal que en marzo de 2021 tuvo una erupción. Ahora estaba parado pero dicen que si vas al atardecer puedes ver el resplandor rojo de la lava. La caminata al crater es larga y empinada, así que nos decidimos por algo más modesto y que nos encajaba más que era ir a ver la lengua humeante de la lava. Desde el parking 1 donde paramos hay unos 20 minutos, desde el parking 2, 5 minutos. Para la próxima ya lo sabemos. La verdad es que te sorprende cuando llegas a ella y la ves. Me acerqué al borde, como son las cosas en Islandia, solo un cartel te avisa de que puedes ser peligroso meterte. Me puse a hacer una foto y el olor de azufre me hizo desistir de estar mucho rato ahí. El día era bueno, no llovía, había claros … decidimos subir un poco por la cresta de la montaña, ya un buen ejercicio, desde donde tuvimos unas vistas increibles del recorrido de la lava, también del mar … Y salía a ratos el sol! Muy felices por las buenas perspectivas bajamos de la montaña y nos fuimos a comer a Grindavik, al Cafe Bryggjan en el puerto pesquero a tomar la mejor sopa de langosta (o cigalas) del mundo. Y ciertamente estaba muy buena. El café es muy peculiar y lamento no haber tomado ninguna foto de él, las últimas del viaje las hice subiendo al volcán. Retrospectivamente echo en falta algunas fotografías que debería haber capturado. Es el agridulce de los viajes fotográficos, te pones el listón alto y sueñas con unas fotos que luego no se dan o eres incapaz de hacer o, también, fotos que surgen y, por no tenerlas pensadas, las obvias. Después de comer, un poco de descanso y a la laguna a remojarse. Otra sesión de auténtico relax, y terapia del hombro, con su cerveza final por supuesto. Fuimos a cenar de nuevo a Grindavik a un lugar que decían tenían el mejor «fish and chips» del mundo. Bueno pero no para tanto. Las previsiones de auroras eran relativamente buenas, algo de KPI y algo de cielo despejado. Sin embargo tras esperar un buen rato dentro del coche cerca de una buena localización para unas posibles auroras, no viendo ningún cielo abierto, desistimos. En el hotel me había apuntado a la lista de avisos de northern lights pero no hubo tal aviso. Por la mañana diluviaba y con un fuerte viento. Fuimos al aeropuerto y tuvimos una nueva oportunidad que no dejamos escapar de empaparnos. El lugar de entrega del coche estaba a unos 300 metros de la terminal sin ningún refugio posible ante la lluvia. Muy mal Avis que no tiene previsto ningún traslado. Embarcamos y el avión, todavía parado, se movía como si fuera un barco empujado por el viento. Pensé que cancelarían el despegue, pero nos, volamos. El vuelo fue estupendo pero no tanto el enlace en Londres, algún día contaré. Y con esta entrada decimos Islandia punto y aparte. No punto y seguido pues no tengo previsto volver próximamente, pero tampoco punto y final pues volveré si tengo oportunidad. Ahora a ver si hago la correspondiente galería de fotos, de, viaje de ahora y del de 2018.