Y con esta entrada acabo con anécdotas y momentos del viaje.
En Cork dormimos dos noches. No es una ciudad con lugares espectaculares pero tiene su identidad y carácter. Y como todas las ciudades irlandesas, animada, sobre todo el sábado, donde después de cenar, nos metimos en un pub donde tocaba un grupo aficionado pero que sonaban muy bien y tocaban «canciones de toda la vida». La noche siguiente decidimos volver a intentar lo del entrar en un pub con música y fuimos a uno que vimos animado el sábado y no tuvimos sitio. Esta vez encontramos sitio pero para cenar lejos del escenario,. Nos dio igual, al ser domingo la música acabó bien pronto. Pero la sorpresa era la decoración del pub, el Thommond Bar ¡Estaba totalmente dedicada al rugby! Y más específicamente al equipo de la provincia, el Munster, mi equipo europeo preferido. Claro, Thommond Park es el estadio habitual donde juega el equipo. No sabía donde mirar, había muchos carteles de partidos desde después de la II guerra mundial. De los recientes reconocí algunos que había visto. Debería haber fotografiado todos esos carteles, pero me centré en cenar a pesar que no fue una de las mejores del viaje.
Glendalough es un precioso valle con dos lagos (como su nombre gaélico indica) entre montañas. Fue nuestra última visita antes de ir al aeropuerto. Por la mañana salimos de Cork y recorrimos unos cuantos kilometros antes de llegar al centro de interpretación. Dimos un buen paseo aunque sin apurar mucho para llegar con tiempo para todos los trámites aeroportuarios que desde la pandemia se han convertido en eternos en todos los aeropuertos que he pisado: Madrid, Alicante, Manchester, Reikiavik, Londres y Dublin. Total para luego tener un retraso en el vuelo de 2 horas. Glendalough fue una bonita despedida de los grandes paisajes irlandeses. Un poco a última hora apuntamos como destino Brú na Bóinne, donde habiamos leido que había unos restos neolíticos pero sin profundizar más. Así que cuando salimos de Dublín en dirección Belfast como nos quedaba en el sentido de la marcha, pusimos en el GPS/Google maps «Brú na Bóinne» y nos llevo por estrechas carreteras hasta una verja en medio del campo. Primera lección que aprendimos ese día, nunca pongas, a ser posible, en el navegador el nombre genérico de un lugar, mejor algo concreto como «Centro de interpretación Brú na Bóinne». Así si llegamos y vimos la magnitud de la visita: no era llegar y ver unas piedras. Solo puedes llegar al yacimiento arqueológico en un autobús y previa obtención de una entrada en línea con cupo. Y ya estaba el cupo del día cubierto. Nos conformamos con ver el centro de interpretación que ya de por si está muy bien. Segunda lección del día, siempre informarte por Internet antes de ir a visitar un sitio. Lo aplicamos en el resto del viaje, ya no solo por saber los días de visita y horario, cada vez hay más lugares que te piden que la entrada la adquieras previamente. Nos conformamos con ver el túmulo funerario de New Grange en la distancia desde un puente sobre el rio Boyne. Muy cerca de ahí se libró en 1690 la histórica y relevante batalla del Boyne que supuso la victoria de Guillermo de Orange sobe Jacobo II y por lo tanto el dominio de los protestantes británicos en Irlanda. Cómo no! En Dublín no perdimos la oportunidad de visitar la fábrica de Guiness en St. James’s Gate. El edficio de arquitectura industrial es bonito por fuera, con sus paredes de ladrillo. Por dentro sobre estructuras antiguas y modernas han creado una exposición sobre la fabricación de la cerveza a lo alto de 5 plantas del edificio. Sobre el edificio antiguo han creado una planta superior donde está el Gravity Bar que tiene unas vistas de 360 grados de la ciudad y por supuesto te puedes tomar la pinta de cerveza incluida en la entrada.Pero hubo más! Se verán cuando haga la galería del viaje, espero que pronto.