En el condado de Kerry hay una ruta circular con obvío nombre de anillo de Kerry. Es una de las clásicas excursiones turísticas de la isla. Hacer el anillo completo se nos salía del programa pero podíamos recorrer un trozo entre Killarney y Kenmore atravesando el parque nacional. El día era malo, lluvioso y ventoso. Empezamos visitando el castillo de Ross por fuera, no nos cuadró la hora de visita. Visitamos la abadía de Muckross, excepcional, no tiene ni un techo pero el resto de la estructura se conserva perfectamente. Y nos pusimos camino a Kenmore atravesando el parque nacional, lamentablemente la carretera era muy estrecha y transitada con lo que no se podía prestar mucha atención al paisaje. En un par de ocasiones me encontré con un autobús de frente teniendo que parar y maniobrar para que pasáramos. A la vuelta a España leí que los autobuses van siempre en un sentido del anillo, a contra-hora, para evitar encontrarse dos de ellos de frente. Por supuesto nosotros íbamos en el sentido contrario a los autobuses, eso explicaba porque me encontraba tanto tráfico de frente. Intenté fotografiar el paisaje desde «Ladies view», un famoso mirador, y solo conseguí llenar de gotas de lluvia la lente. En Kenmore vimos una curiosa tienda de regalos, que, entre chorradas varias, destacaban unas lapidas :O. Desde Cork visitamos el castillo de Blarney. Al igual que la abadía de Muckross este castillo está muy bien conservado. La visita por su interior es bien merecida y menos mal que decidimos realizar la visita a primer hora de la mañana, nos evitamos la larga cola de turista que se organiza según pasa el tiempo. El castillo tiene una leyenda por la que si besas una piedra que hay en lo alto de la torre tendrás el don de la palabra. El problema es que para acceder a la piedra tienes que dejar colgado en el aire un buen trozo de tu cuerpo. Por mucho que haya unos «ayudantes» sujetándote, ningún miembro de la familia se decidió a mejorar sus dotes de parlanchín.
Pasamos por Kinsale un pueblecito de casas pintadas de colores que no nos terminó de convencer, parecía muy artificial. Sin embargo, sí que nos gustó Cobh con sus casas «Deck of Cards» pintadas de colores. Había visto una foto de estas casas desde una perspectiva en la que además de las cassa se veía prácticamente entera la enorme catedral por detrás. Estuvimos un buen rato buscando ese punto de disparo y llegamos a la conclusión que era desde un jardín de una casa que tenía el acceso cerrado. También nos dimos cuenta al ver fotos que algunas de las casas habían cambiado de color, desde más llamativos a más discretos. Aparte de los colores, el pueblo, con su puerto y su imponente catedral, nos pareció muy encantador y animado.