De Viñales a Cienfuegos hay una tiradita. Unos 500 km. Si bien hay mucha autopista, es «autopista cubana». Hay que llegar a La Habana y tomar la circunvalación, primer anillo de La Habana, que es un tanto peculiar. Aquí fue la única vez que nos despistamos en las carreteras. La circunvalación pasa por encima de la A1, la autopista inacabada a Santiago de Cuba, y no está señalizado el cruce, así que cuando la pasas dices … «que pinta de autopista importante tiene eso» .. y te la has pasado. Una referencia para los madrileños, es como si vas por la M40 y no está señalizada la incorporación a la A2.
En una primera versión del viaje la idea era llegar a Trinidad, que sobre el papel presenta mayor interés artístico-cultural que Cienfuegos pero la distancia nos hizo primero hacer una noche y luego pensando en un descanso merecido, dos. Y fue buena idea.
A Cienfuegos llegamos cansados, la última parte del camino ya por carreteras normales se hace pesada. La casa a la que íbamos, Angel e Isabel, nos costó encontrarla un poco. Yo sabía que estaba al lado del mar y la calle 35 se acababa de repente … no sabíamos que las calles continuaban en línea recta su numeración aunque se interpusiera el mar. Por fin llegamos a la casa y nos quedamos embobados con el embarcadero sobre la bahía en la parte posterior de las casa. Punta Gorda es un sitio fantástico, un brazo de tierra que se adentra en la bahía y tienes el mar a un lado y al otro.
La ciudad no tiene mucho que ver, la plaza mayor, el paseo marítimo, el cementerio Tomás Acea y el Jardín Botánico que no fuimos, pero nos pareció una ciudad apacible, tranquila, con gente amable.
Eso fue lo que más disfrutamos en Cienfuegos, la tranquilidad, las puestas de sol, la cerveza en la terraza del Hotel Jagua, los paseos al borde del mar ….
La plaza de mayor de Cienfuegos es amplia y tiene edificios muy representativos. Nos gustó mucho el Bar El Palatino, a mi recordaba a los bares «grandes» de antes de los pueblos de España. Tuvimos la oportunidad de ver una fiesta «africana» en una de las casas de la plaza, pero no nos atrevimos a entrar ni estar mucho. En la zona de Cienfuegos hubo muchos esclavos africano y hay asociaciones que se dedican a recuperar sus tradiciones.
La mañana del día completo que estuvimos decidimos ir a una playa, Rancho Luna, a relajarnos. En la casa nos insistieron en que fuéramos al Nicho, un sitio de montaña pero preferimos no andar conduciendo por montaña y tomarnos la vida con tranquilidad. Allí aparte del baño en el caribe vimos la estrecha embocadura de la bahía y la fortaleza de Jagua. Y también conocimos al «cangrejo pincha-ruedas», cuando contamos a Angel e Isabel que habíamos pinchado en Viñales nos preguntaron si por un cangrejo …¿? Se ve que en la parte norte de la isla no es frecuente o nosotros no vimos pero de Cienfuegos a Trinidad por la carretera de la costa sur los tienes a miles.
Volvimos a tener una espectacular puesta de sol la última tarde para partir a la mañana siguiente a Trinidad, quedándonos un agradable recuerdo de un sitio que probablemente en el futuro no sea tan barato ni accesible.