Los taiwaneses son gente amable. No hay muchos occidentales por ahí y les resultamos exóticos y graciosos. Salvo en un restaurante que el tipo nos echó de mala manera, todos los contactos que hemos tenido con ellos han sido muy agradables. Inglés lo hablan pocos menos mal que llevábamos al chaval que aunque poco se ha manejado bien con lo básico para orientarnos y pedir la comida. Y gracias a la tecnología pues los occidentales que están allí usan una aplicación en el móvil que te permite pintar el carácter y traducirlo a inglés.
Y en cuanto ven que hablas un poco de chino lo agradecen y se esfuerzan por hacerse entender y por ayudarte. Siempre que han tenido ocasión nos han preguntad de dónde eramos y si eramos familia. Lo de la familia les gusta, parece hacerles una ilusión especial que lo fuéramos haciendo turismo.
En ningún momento encontramos ninguna sensación de peligro, ni agresividad. Claro que ayuda la presencia de cámaras por todos lados. Allí la privacidad no es algo que se aprecie.
Por lo que apreciamos son personas ordenadas y disciplinadas. En el metro hay marcas para hacer cola para esperar a que se habrán las puertas y ahí que se colocan. Lo de las colas es impresionante pues hacen colas para todo. También vimos mucho amante de los perros (y alguno de los gatos), los llevan vestidos e incluso los pasean en cochecitos! En unos grandes almacenes bastante lujosos vimos una boutique para los perros. Diferente de Vietnam que se los comen.
Otra cosa llamativa es la filia obsesiva hacia el mundo «Hello Kitty», si bien puedes pensar que son cosas de niñas y adolescentes allí hay multitud de cosas, desde hoteles hasta aviones, decoradas con el espantoso dibujo de la gata. Comprando en el Seven Eleven te daban unos cupones para conseguir artículos de Hello Kitty. Y conseguimos los cupones para un vaso! Pero cuando fuimos a por él estaba agotado. Los Seven Eleven son fundamentales en Taiwan no solo son para comprar comida sino que además se usan como oficinas administrativas para por ejemplo pagar el aparcamiento en la calle. Se puede decir que hay un establecimiento cada dos manzanas.
En Taiwan sobreviven varias etnias autóctonas que son respetadas y protegidas y sus tradiciones las exhiben.
Momento para recordar personajes que formaran parte del recuerdo del viaje:
- El estupefacto hombre del taller de bicicletas cuando entraron cuatro occidentales hablando en inglés con una cámara de fotos. Le cogieron unos alicates, le hicieron algo a la cámara y se largaron.
- La tropa de jóvenes que nos pidieron hacer una foto con ellos en Jiufen
- La amable señora Yu de las cabañas de Taroko que le explicó en chino con ayuda del móvil a Garnaven todo lo que había que ver en el Parque.
- Los señores del gato bebé que nos pidieron fotos que se las mandamos por email pero no sabemos si les han llegado.
- La señora que nos vendió las cadenas para pasar el puerto nevado. Todo un ejemplo de profesionalidad y servicio.
- El señor con jersey que hacía la barbacoa lentamente pero que buena que estaba.
Son 22 millones de habitantes así que habrá de todo pero desde luego nos llevamos una impresión muy buena de ellos.