Si comparas con el norte de Vietnam, el delta del Mekong es otro mundo, no solo en el paisaje dominando por el agua de ríos y canales, si no también en la forma de vida de la gente marcada por el uso de los recursos fluviales. En el norte parecen más elegantes, esbeltos y sobrios, su vestimenta lleva poco color predominando blanco y negro. En cambio en el delta aparentan más redondos, usan más el colorido sobre todo las mujeres que llevan una especie de pijama y tienen la piel más oscura. Las casas, muchas palafitos, parecen más desorganizadas y sin un urbanismo claro. Diferente.
Nuestro periplo por el Mekong empezó cogiendo un barquito para visitar una fábrica de dulces, pasar por el mercado flotante de Cai Be e ir a comer a Vinh Long. Ahí probamos el pez oreja de elefante plato típico y que nos gustó mucho. Se trata de un pez frito que le vas sacando la carne y te la comes haciendo un rollito con papel de arroz y verduras. Por la tarde más río para llegar a Can Tho.
Nos dimos un paseo por la ciudad y, cómo no, tenía mercado y mercadillos pero lo que más entretuvo fue el ver como cruzaban de una orilla a otra transportando las cosas más inverosímiles en las barquitas.
A la mañana siguiente teníamos la visita al mercado flotante de Cai Rang, ya sabíamos que había que ir pronto, confirmado al ver que la excursión del hotel salía a las 5,30. Pues la nuestra no hubo manera de arrancarla antes de las 8, un fallo de los viajes organizados. La visita en cualquier caso muy interesante y llena de motivos fotográficos.
Desde allí fuimos a visitar un templo, Lady Chua Xu, y la pagoda Tay An, a los pies de una montaña conocida por Sam justo en la frontera con Camboya. En el templo vimos un rito “peculiar” a la “santa”: se le ofrecen cerdos asados como presente. Cerdos que no vale solo con traer el asado sino que hay que llevar las vísceras para demostrar que no estás “reciclando” el cerdo de otro. En ese templo fue en el único que nos prohibieron hacer fotos, aunque alguna hicimos.
No podía faltar la visita a una piscifactoría, base de la economía del Mekong. Lo que realmente llama la atención es los recursos con los que están hechos estos sitios, barracones de madera a los que llegas a través de una pasarela de madera, aparentemente frágil y carcomida y te preguntas si realmente el seguro del viaje paga algo en caso de accidente ahí. Igual de poco sólido es el acceso a un poblado Cham en un isla. Los Cham fue una etnia que ocupaba el sur de Vietnam y fue poco a poco desplazada y marginada. El poblado que vimos eran unas casas muy pobres tipo palafitos pues son frecuentes las inundaciones.
El punto final al Mekong fue la estancia en Chau Doc menos interesante que Can Tho y con muchos más mosquitos en el hotel! Lo mejor de la habitación era la terraza con unas vistas magníficas al rio desde donde vimos un bonito amanecer antes de partir, remontando el Mekong, hacia Phnom Penh.
Y con esto dejamos atrás Vietnam, fascinante país.