La famélica masa ascendió a la línea del horizonte. Lentos, fatigados, débiles, sedientos, hambrientos. Agotados fueron parando en el borde. Ante ellos, la extensión de la nada. De nuevo desesperanza.
Un niño gimió. Al principio casi un susurro que fue creciendo hasta convertirse en un aullido. Como un contagio colectivo el grupo desesperado comenzó a aullar todos a una. Y los aullidos estremecieron el vació inmenso.