Camino de Cayo Jutías, al salir de Viñales, recogimos a una señora, su hija y su nieta. La hija y la nieta se bajaron pronto y seguimos con la señora hacia Pons. Antes de llegar vimos a otra señora y decidí parar. A la que llevábamos dentro no le hizo mucha gracia. Pronto vimos que tenían diferencias sociales. La última era más «popular» que la primera que era mucho más educada en su hablar.
La señora recién llegada en seguida nos dijo que teníamos que ir a ver Minas de Matahambre y que nos daba un pan de no se qué si de vuelta la recogíamos . La otra le dijo que íbamos al Cayo y que no pasábamos por Minas y en definitiva que no nos liara. Aunque nosotros escarmentados del paso por San Luis, aunque al final fue interesante, teníamos claro que no íbamos a desviarnos.
Llegamos a Pons y dejamos a la primera señora que nos indicó donde estaba su casa por si en algún momento necesitábamos algo. Todo educación. La señora de Minas siguío con su retahíla hasta que por fin al llegar a Santa Lucia dijo «pararme aquí, vivo ahí». Lamentablemente miré hacía donde señalaba a la vez que sacaba el coche hacía la cuneta para parar sin fijarme en que el asfalto acababa bruscamente en forma de sierra. Ahí metí una rueda trasera.
Al principio no le di mayor importancia, dejamos a la señora y seguimos hacía el Cayo. Al parar en el primer puesto del Minint (policia) miré la rueda porque me parecía que iba haciendo ruido sospechoso y justo …. pinchada.
En mi vida he cambiado una rueda 😀 y tenía que ser la primera en Cuba. Pero ahí Navburis reaccionó con rapidez y les pidió a los policías si podían cambiárnosla! Sin ningún problema! El jefe negro de dos metros puso a trabajar al chaval joven que era blanco. Al minuto teníamos unos cuantos chavales y un señor gordito mirando. El señor gordito iba dando sugerencias, menos mal porque creo que los policías estaban tan ‘pegados’ como nosotros en el tema. Pero todo fue sobre ruedas y llegamos al Cayo. Quisimos darles 5 CUC a los policías y no quisieron cogerlos así que se lo dimos al gordito para que se los diera él.
A la vuelta del Cayo nos pusimos en contacto con Havanacar en Viñales pues no era plan visto lo visto circular sin rueda de repuesto. Teníamos dos opciones, ir a Pinar del Rio en cuyo caso la reparación la cubrían ellos o por nuestra cuenta al «ponchero» de Viñales por nuestra cuenta pero con la garantía de acabar rápido con el tema. Y eso nos importaba más, no perder tiempo con el asunto.
La ponchera … primera vez que oíamos ese curioso término. Y sorprendidos estábamos al entrar en el cobertizo que hacía de taller. Ruedas lisas lisas que se siguen reparando y todo con herramientas antiguas. Parecia una vuelta atrás en el tiempo, me acordaba yo del taller de mi abuelo Julián y el Señor Sanchís arreglando todo tipo de aparatos eléctricos que estaban esparcidos por los rincones de la tienda . Qué belleza la reparación, la reutilización, frente al usar y tirar de la sociedad consumista.
El ponchero, el Mayo, nos dijo que no nos preocupáramos que nos diéramos uan vuelta que el arreglaba el pinchazo dándole prioridad porque eramos turistas, recomendados por el «gerente», que veníamos de lejos y no podíamos perder el tiempo. Y de paso: ‘No como yo que ni siquiera puedo ir a Santiago de Cuba’ … Y sobre el precio que no nos preocupáramos que valoráramos nosotros su trabajo y le pagáramos, cien o mil, lo que nosotros consideráramos.
Para nosotros poco acostumbrados a estas prácticas de no fijar precio nos dejó un tanto preocupados, pues tu quieres pagar lo que es justo, no quedar como un rata ni como un primo. Nos fuimos a ver la Cueva del Indio y antes de pasar a por nuestra rueda decidimos preguntar en la casa donde nos alojábamos por el precio que deberíamos pagar. Nos indicaron 2 o 3 CUC así que decidimos que 5. Cuando llegamos a la ponchera el Mayo estaba con más gente así que nos indicó que fuéramos a la gasolinera de Viñales a verificar la presión de las ruedas. Yo pienso que buscaba esa discreción que todos preferimos al tratar con Don Dinero :). Le dimos los 5 CUC, creemos que le pareció justo, y nos despedimos de él satisfecho con su artesanal trabajo. La rueda llegó impecable hasta el final del viaje!